martes, 16 de septiembre de 2008

Hoy he escrito en los medios: Crisis existencial

Me llamo Sara, tengo 30, soy mileurista y mi vida personal es un desastre. Lo de cumplir 30, ser soltera y mileurista lo voy asumiendo desde hace tiempo como parte de mi vida, así que yo me río cuando ahora todos se suben al carro de la crisis económica, incluidos aquellos a los que les sale el dinero por las orejas. Actualmente, para poder pagar el piso que comparto con una amiga trabajo como pluriempleada en empleos de poca monta (administrativa y camarera). ¡Optar por un piso de compra, ni en sueños! (¿me debo consolar por no tener que pagar una hipoteca?)Por otro lado, soy una mujer atractiva, extrovertida y sensible. Sin embargo, como me acaba de pasar este verano, una vez más creía haber encontrado al hombre de mi vida en un viaje a Tailandia y una vez más me encontré con un engaño que cada día se repite más: el último día me confesó que estaba casado y su mujer embarazada. Tengo claro que no volveré a caer en las redes de cualquiera, pero, ¿cómo evitarlo? Estoy harta de relaciones efímeras, sin sustancia y permanencia futura. ¿Dónde está el hombre con el que vivir una vida, compartir ilusiones y quizás formar una familia?, ¿es que no tengo derecho a compartir con los demás la “sociedad del bienestar”? ¿Alguien me puede dar una respuesta? Tengo un amigo que me aconseja ir a una agencia matrimonial. ¿Sirve para algo? Comienzo a planteármelo.
SARA.

viernes, 12 de septiembre de 2008

Un paseo por la playa…

Tras la comida, todos se fueron a hacer la siesta… Apenas había probado bocado y estaba un poco agitada como para intentar dormir. Decidí dar una vuelta y explorar la extensa playa. Cuando ya estaba en la orilla caminando unos metros y recogiendo algunas conchas, apareció por detrás Sam.

Me preguntó si podía acompañarme; de nuevo, las mariposas volaban en mis tripas… Asentí con una sonrisa y mis mejillas rojas como dos pimientos. Estuvimos más de una hora caminando por la playa mientras él, como buen reportero, lanzaba al vuelo mil preguntas.


Me contó que trabajaba para una revista de viajes que le permitía estar siempre en acción en cualquier lugar del globo; se consideraba un nómada y su país, Dinamarca, le parecía frío y aburrido. Por supuesto, Sam había estado varias veces en España y conocía muy bien Barcelona, decía que era un destino ideal para vivir. Así, hablando de nuestras cosas, nos pasó la tarde volando; de cuando en cuando, nos parábamos para contemplar el mar, la espesura de la selva o los cocos caídos en la arena y un silencio cargado de emoción nos invadía; entonces, Sam volvía a cargar su arma que él usaba a la perfección: su mirada arrebatadora que tanto me inquietaba. De vez en cuando nuestras pieles calientes por el sol se rozaban con un movimiento involuntario y volvía ese silencio incapaz de describir.

martes, 9 de septiembre de 2008

Mis compañeros de viaje…

Os pondré en antecedentes sobre mis compañeros de aventura: Carla, mi mejor amiga y compañera de piso, aunque siempre estamos discutiendo; trabaja como productora en una agencia de modelos. Jaja, Carla ha conseguido que algunos de los modelos extranjeros que pasan por la agencia para trabajar varios días en nuestro país, alquilen dos de nuestras habitaciones del piso. El problema es que Carla nunca está cuando se la necesita y siempre me toca ocuparme de todo: organizar la casa, la estancia de los modelos -que van cambiando cada dos o tres días-, las comidas y cenas, en fin, agotador... ¡Empiezo a estar cansada de tanta movida!


Eli, un amor de amiga, muy dulce, es secretaria de redacción de un diario. Después está Ana, habla por los codos, pero es muy divertida. La he conocido este año trabajando en un bar los fines de semana (¡aún así sigo siendo una mileurista, el piso se come mucho de mi sueldo! ¡Una ruina!); Ana lleva la barra y yo sirvo copas. En realidad, Ana quiere ser diseñadora de moda y se paga los estudios de diseño con este curro.

Y, finalmente, Jon, mi confidente y ¡paño de lágrimas! Jon es vasco, una monada, super sensible y siempre pendiente de mi. Ah!, Jon es el Dj del bar. De hecho, fue él quien me consiguió el curro. Es un bombón, lástima que es gay, ja, como todo los tíos buenos de este país. ¡Quiero un Jon en mi vida!

Vale, pues ya conocéis un poco a mis colegas… ¡Vamos con el viaje!

Después de instalarnos en la cabaña que compartíamos todos, fuimos a practicar snorkel. Guauu, el agua era como un aquarium gigante donde los peces de todas las variedades y colores se movían a nuestro alrededor sin inmutarse. Desde el mar, la playa era espectacular, con la jungla y miles de cocoteros detrás; apenas diez turistas se repartían entre las hamacas, bajo las palmeras -el sol era insoportable para tomarlo directamente-, los porches de las cabañas y el agua.

El baño nos había abierto el apetito y Mao, la dueña de los bungalows, nos tenía preparada una bandeja enorme de mariscos, arroz basmati con especies, un montón de fruta tropical y cervezas. ¡Estábamos en el paraíso! Como sólo había una mesa familiar, nos juntamos con otros turistas, entre ellos Sam. Nos presentamos en inglés y en seguida nos unió a todos las ganas de ir a la fiesta de la luna llena, que era el motivo por el que todos estábamos allí.

lunes, 8 de septiembre de 2008

De vuelta al trabajo…

Aquí estoy, lunes, el inicio de un nuevo año más laboral: trabajo y trabajo hasta las siguientes vacaciones (de nuevo a tachar números en el calendario)… Ha sido durísima la reentré. Es el año que menos preparada estoy para volver al trabajo. Creo que tengo todos los síndromes posibles pre y post-vacacionales…

De nuevo, mi despacho gris; mi ordenador con quinientos mil e-mails para tirar directamente a la papelera; mi jefe que, tras un saludo cordial y oficioso de diez segundos, ha comenzado a taladrarme con peticiones; y la cara de Sam, como en un espejismo, reflejada en cada rincón... ¡Quiero volver a casa, tirarme en la cama y llorar hasta que se me sequen las cuencas de los ojos!
Hoy, sólo he tenido cierto respiro con el teléfono; parece que la ciudad sigue adormecida y los que, como yo, se han reincorporado al trabajo no están por la labor de estresarse el primer día con llamadas y correos. Me viene migraña sólo de pensarlo…

De nuevo, vuelta al pluriempleo, hasta que me toque la primitiva o un príncipe azul con mucha pasta (ja, ¡qué ilusa!). El sábado por la noche vuelvo también a mi curro extra como camarera. Mi único consuelo es que me encontraré de nuevo con mis amigos y compañeros…

Mientras tanto, aquí sigo con mi trabajo de “esclava-administrativa-traemeuncaféespresso” en un pequeño bufete de abogados de Barcelona. Tengo dos jefes (ya cuesta aguantar a uno y, para colmo, padre e hijo…). “El padre”, se llama Joan y con 68 años tiene un pié en la jubilación y el resto del cuerpo apoltronado en su sillón del despacho. Es de los que prefieren machacarse en la oficina antes que pasar horas “extras” con su mujer… “El hijo”, también se llama Joan, tiene 40 años, es soltero y ejerce de play boy con algunas de sus afamadas clientas. Conmigo también lo ha intentado, pero yo le paro los pies siempre que puedo, no vaya a ser que un día me encuentre de patitas en la calle por su culpa.

En el bufete también trabaja Ernesto, de 43 años, el alter ego de Joan “el hijo”. Un oficial que aspira a terminar algún día la carrera de derecho y con ciertas ínfulas, sobre todo cuando hay un cliente delante y necesita demostrar su valía.

Para el bufete y, como consecuencia, para sus clientes, yo “valgo igual para un roto que para un descosido”, es decir, cuando no soy la filtra-llamadas o la abre-puertas, soy la camarera, la administrativa “para todo”, la psicóloga, el “paño de lágrimas” o la chica guapa y de sonrisas encantadora. En fin, un asco;). Eso si, para Navidad y verano, me llegan obsequios de todos los tamaños y colores como agradecimiento a mi “multi-task”. Mis jefes lo saben bien y lo explotan siempre que pueden. También, de vez en cuando, cuando se estiran, recibo de ellos entradas para el Liceo, una opípara comida en un restaurante de lujo o unas botellas de vino. La verdad, yo preferiría que me regalasen una tarde de viernes de vez en cuando…

domingo, 7 de septiembre de 2008

¿Dónde estás Sam?

Buff, esto no mejora… ¡¡Echo de menos a Sam!! Te necesito, no puedo vivir sin ti, Sam.
¿Qué estará haciendo en estos momentos? Supongo que currando como fotógrafo en cualquier lugar del mundo… ¿Se acordará de mí? Lo dudo, sólo he sido su pasatiempo durante el viaje, ¡trabajo y placer! Me siento sola física y emocionalmente, como si fuera huérfana, guardando la ausencia de Sam. Nunca pude sospechar que podría sufrir tan profundamente este sentimiento. Es una tristeza insoportable que me desconcierta. Mi soledad hoy es mi cárcel. Sé que me he equivocado, lo veo claramente en mi corazón, aunque este sentimiento me hace padecer aun más. Éste debe ser el lado oscuro del amor…

¿Os preguntareis quién es Sam?

Sam es el leit motiv de este diario…

Lo conocí en la exótica isla de Ko Phang Ngan, en la costa de Tailandia. Fue todo un flechazo (¡maldita la hora!).


Todo ocurrió el mismo día de llegar a Haad Yuan, una playa tan inaccesible como increíblemente bella: detrás la jungla, delante la arena blanca y un mar cristalino que quitaba el hipo… Nos alojamos en cabañas en la misma playa, bajo los cocoteros, a la espera de la célebre “Full Moon Party” o Fiesta de la Luna Llena, una de las raves más curiosas del mundo. Me enteré de la fiesta a primeros de agosto mientras trabajaba en una discoteca de Ibiza. Mi mejor amigo, Jon, me dijo que él podía conseguir vuelos tirados de precio. ¡No lo dudé ni un minuto!

El flechazo…

Me aburro mortalmente, he tratado de dormir una siesta pero cada vez que cierro los ojos aparece en mi mente la penetrante mirada de Sam y el dolor de cabeza se intensifica, me duelen los ojos de llorar como una imbécil… ¡Mierda!

Sólo escribir me desahoga un poco…

Vuelvo a la isla… De pronto, aquella comida cambió el significado de mi viaje. Desde aquel instante en que Sam y yo cruzamos las miradas para presentarnos… (uff, aquella dulce y amplia sonrisa, con sus ojos inmensos y azules taladrando los míos…); durante aquel momento mágico y eterno, el mundo pareció pararse, como si se hubiera accionado la pausa de un video… Seguidamente, avergonzada, busqué el rescate de mi colega Jon que me observaba burlón. Jon sabía captar al vuelo este tipo de cosas; me guiñó el ojo y sorbió la cabeza de una gamba con guasa, como diciéndome: “¡Venga, al ataque, es tuyo!”. Notaba hervir mis mejillas y no era precisamente por el bochornoso calor y el picante de la comida; sentía un nosequé en el estómago, un cosquilleo en mis entrañas que me impedía tragar un solo grano de arroz. Intenté mirar nuevamente a Sam, con disimulo, pero cada vez que lo hacía me atrapaban sus ojos que parecían tener luz propia, mientras él no dejaba de hablar con unos y otros. Volaban nuevamente las mariposas atrapadas en mi estómago.


Por las conversaciones de unos y otros, supe que Sam era fotógrafo profesional y que estaba en la isla para hacer un reportaje sobre la fiesta. El chico ganaba puntos por momentos, no es que fuera especialmente guapo, pero tenía algo que hipnotizaba, quizás su mirada que te atravesaba como un dardo, o su boca carnosa y gesticulante, o su cuerpo delgado y fibroso, muy bronceado, no sé, todo él era como un potente imán que me atraía con fuerza. Sam nos explicó que tenía 35 años y que había dado tres veces la vuelta al mundo. Nos corroía a todos una sana envidia ¡Un hombre experimentado! Sam parecía estar solo en la isla. ¿Querría decir que no tenía pareja? Bueno, desde luego sus miradas me decían que no… ¡Joder, qué ingenua fui!


Con la llegada del segundo plato, ya no me interesaban las conversaciones con el resto del grupo: una pareja alemana de unos veintitantos, tres jóvenes y atractivas holandesas, dos madrileños de 25 años con la única intención de “mojar” en la fiesta… Allí estaba yo, como una boba, mirando al Danés como a quién se le cae la baba...ensimismada con el carisma que proyectaba el danés. Esa fue mi peli a partir de entonces y ninguno de los dos hicimos nada por evitarlo… Si el mundo se hubiera paralizado en ese instante, yo hubiera sido inmensamente feliz…


Las paredes del piso me agobian. Estoy cansada, necesito comer algo y dormir; sólo quiero dormir y creer que esto no fue más que un sueño. ¿Alguien ahí me puede dar una respuesta?

Vuelta de las vacaciones…

Ayer regresé de unas muy esperadas vacaciones: ¡Tailandia!

Me acabo de levantar, hace un calor de miedo y estoy en pleno síndrome jet lag. A pesar de haber dormido más de 11 horas, me siento como en la peor de mis resacas: me duele todo, tengo la cabeza como un bombo y hasta agujetas en los brazos de cargar una mochila que casi pesaba tanto como yo (esto no me hubiera ocurrido con 20 años, pero claro tengo 30 y eso se nota, aggg…).

Estoy sola en Barcelona: mis amigos continúan con sus vacaciones, en el edificio donde vivo no se oye ni una mosca (¡esto si que es una bendición!) y mi piso, grande y largo, está solitario, sin jóvenes modelos a l@s que alquilar una habitación y sin mi roomate Carla (¡te echo de menos Carla, aunque a veces me cargas! ;)

¡Me queda sólo este fin de semana para que se acaben las vacaciones! Me han sabido a poco, a demasiado poco… Y ahora tengo otro motivo para sentirme más desgraciada: SAM…

¿Dónde está el amor verdadero?…

Este verano he descubierto la felicidad y una gran mentira…
¿Por qué he decidido contaros algo tan privado? No tengo clara la respuesta (quizás vosotr@s me la podáis dar…). Supongo que necesito escupir mis fantasmas; a lo mejor porque deseo decir en voz alta que este amor de verano me ha hecho descubrir lo que realmente NO quiero de una relación.
Sam me hizo ver cómo podía ser mi ideal de hombre aunque, finalmente, resultase no ser él. Espero sacarme esta espina que llevo clavada en el corazón y que tanto me hace sufrir. Y si, además, mis relatos sobre Sam pueden ayudar a alguien que esté en la misma situación que yo, entonces creeré que amarle ha valido la pena...
Llevo desde los 15 años saliendo con hombres, tengo 30 años y aún no he encontrado el amor de mi vida…
¡Adiós a los amores fugaces! ¡Adiós a los rollos de una noche de verano!
¡Viva el amor verdadero! (¿dónde está?, por cierto…).