lunes, 8 de septiembre de 2008

De vuelta al trabajo…

Aquí estoy, lunes, el inicio de un nuevo año más laboral: trabajo y trabajo hasta las siguientes vacaciones (de nuevo a tachar números en el calendario)… Ha sido durísima la reentré. Es el año que menos preparada estoy para volver al trabajo. Creo que tengo todos los síndromes posibles pre y post-vacacionales…

De nuevo, mi despacho gris; mi ordenador con quinientos mil e-mails para tirar directamente a la papelera; mi jefe que, tras un saludo cordial y oficioso de diez segundos, ha comenzado a taladrarme con peticiones; y la cara de Sam, como en un espejismo, reflejada en cada rincón... ¡Quiero volver a casa, tirarme en la cama y llorar hasta que se me sequen las cuencas de los ojos!
Hoy, sólo he tenido cierto respiro con el teléfono; parece que la ciudad sigue adormecida y los que, como yo, se han reincorporado al trabajo no están por la labor de estresarse el primer día con llamadas y correos. Me viene migraña sólo de pensarlo…

De nuevo, vuelta al pluriempleo, hasta que me toque la primitiva o un príncipe azul con mucha pasta (ja, ¡qué ilusa!). El sábado por la noche vuelvo también a mi curro extra como camarera. Mi único consuelo es que me encontraré de nuevo con mis amigos y compañeros…

Mientras tanto, aquí sigo con mi trabajo de “esclava-administrativa-traemeuncaféespresso” en un pequeño bufete de abogados de Barcelona. Tengo dos jefes (ya cuesta aguantar a uno y, para colmo, padre e hijo…). “El padre”, se llama Joan y con 68 años tiene un pié en la jubilación y el resto del cuerpo apoltronado en su sillón del despacho. Es de los que prefieren machacarse en la oficina antes que pasar horas “extras” con su mujer… “El hijo”, también se llama Joan, tiene 40 años, es soltero y ejerce de play boy con algunas de sus afamadas clientas. Conmigo también lo ha intentado, pero yo le paro los pies siempre que puedo, no vaya a ser que un día me encuentre de patitas en la calle por su culpa.

En el bufete también trabaja Ernesto, de 43 años, el alter ego de Joan “el hijo”. Un oficial que aspira a terminar algún día la carrera de derecho y con ciertas ínfulas, sobre todo cuando hay un cliente delante y necesita demostrar su valía.

Para el bufete y, como consecuencia, para sus clientes, yo “valgo igual para un roto que para un descosido”, es decir, cuando no soy la filtra-llamadas o la abre-puertas, soy la camarera, la administrativa “para todo”, la psicóloga, el “paño de lágrimas” o la chica guapa y de sonrisas encantadora. En fin, un asco;). Eso si, para Navidad y verano, me llegan obsequios de todos los tamaños y colores como agradecimiento a mi “multi-task”. Mis jefes lo saben bien y lo explotan siempre que pueden. También, de vez en cuando, cuando se estiran, recibo de ellos entradas para el Liceo, una opípara comida en un restaurante de lujo o unas botellas de vino. La verdad, yo preferiría que me regalasen una tarde de viernes de vez en cuando…

1 comentario:

javieresteve dijo...

Hola Sara,
He leido tu historia en el blog. ¡Vaya par de...!! Me pareces muy valiente y me siento orgullosa de ser tu amiga. Ojalá te escriba mucha gente y de respuestas a tus inquietudes... La verdad es que eso del amor para toda la vida es bien complicado, pero te mereces alguien bueno en tu vida. Yo conozco gente que ha recurrido a diversos sistemas como enviar cartas, contactar por internet y agencias y no te creas que no ha resultado. ¡Hay demasiados prejuicios! Lo importante es no llevarte desengaños como Sam... Espero que no te dure mucho esta etapa de duelo y salgas a por todas muy pronto.
Un beso amiga,
Eva