martes, 9 de septiembre de 2008

Mis compañeros de viaje…

Os pondré en antecedentes sobre mis compañeros de aventura: Carla, mi mejor amiga y compañera de piso, aunque siempre estamos discutiendo; trabaja como productora en una agencia de modelos. Jaja, Carla ha conseguido que algunos de los modelos extranjeros que pasan por la agencia para trabajar varios días en nuestro país, alquilen dos de nuestras habitaciones del piso. El problema es que Carla nunca está cuando se la necesita y siempre me toca ocuparme de todo: organizar la casa, la estancia de los modelos -que van cambiando cada dos o tres días-, las comidas y cenas, en fin, agotador... ¡Empiezo a estar cansada de tanta movida!


Eli, un amor de amiga, muy dulce, es secretaria de redacción de un diario. Después está Ana, habla por los codos, pero es muy divertida. La he conocido este año trabajando en un bar los fines de semana (¡aún así sigo siendo una mileurista, el piso se come mucho de mi sueldo! ¡Una ruina!); Ana lleva la barra y yo sirvo copas. En realidad, Ana quiere ser diseñadora de moda y se paga los estudios de diseño con este curro.

Y, finalmente, Jon, mi confidente y ¡paño de lágrimas! Jon es vasco, una monada, super sensible y siempre pendiente de mi. Ah!, Jon es el Dj del bar. De hecho, fue él quien me consiguió el curro. Es un bombón, lástima que es gay, ja, como todo los tíos buenos de este país. ¡Quiero un Jon en mi vida!

Vale, pues ya conocéis un poco a mis colegas… ¡Vamos con el viaje!

Después de instalarnos en la cabaña que compartíamos todos, fuimos a practicar snorkel. Guauu, el agua era como un aquarium gigante donde los peces de todas las variedades y colores se movían a nuestro alrededor sin inmutarse. Desde el mar, la playa era espectacular, con la jungla y miles de cocoteros detrás; apenas diez turistas se repartían entre las hamacas, bajo las palmeras -el sol era insoportable para tomarlo directamente-, los porches de las cabañas y el agua.

El baño nos había abierto el apetito y Mao, la dueña de los bungalows, nos tenía preparada una bandeja enorme de mariscos, arroz basmati con especies, un montón de fruta tropical y cervezas. ¡Estábamos en el paraíso! Como sólo había una mesa familiar, nos juntamos con otros turistas, entre ellos Sam. Nos presentamos en inglés y en seguida nos unió a todos las ganas de ir a la fiesta de la luna llena, que era el motivo por el que todos estábamos allí.

1 comentario:

Olga dijo...

Hola Sara!
No puedes ni imaginar la de cosas que tenemos en común, ¡es alucinante! También trabajo en bufete de abogados, soy mileurista, y muchas veces me siento como tú, con la diferencia de que yo encontré a mi “Sam” hace algo más de cuatro años, después de tropezar muchas veces en piedras similares a la joya que encontraste en Tailandia. Afortunadamente la vida nos depara sorpresas y ¡¡algunas son buenas!! y si algo tengo claro es que, a veces las cosas llegan de la manera más inesperada e incluso “surrealista”, aunque eso sí, estar receptiva ayuda mucho, así que, deja de deprimirte por él, lo sabes, no vale la pena, pero no pierdas la esperanza de encontrar a tu Sam. Espero que tengas tanta suerte como la he tenido yo, ¡¡vale la pena intentarlo!!
Olga